sábado, 17 de octubre de 2009

SOBRE EL TRABAJO INFANTIL Y FEMENINO



El artículo de Rocío Martínez trata sobre el trabajo infantil durante la Revolución Industrial y la narración la he encontrado en "ALGA", una revista de literatura que se publica en Castelldefels. El autor es Bocángel.


TEXTO 1:


Rocío MARTÍNEZ LÓPEZ:
Economía e Historia del Arte 5: La Tejedora, de Joan Planella

Título: La Tejedora.
Autor: Joan Planella y Rodríguez.
Fecha: 1882.
Lugar de conservación: Barcelona, colección particular.

Hablando en la clase de hoy sobre los llamados “orfanatos ingleses” donde se obligaba a trabajar a los niños huérfanos o expósitos casi en régimen de esclavitud sobre todo durante la segunda mitad del siglo XIX. El fenómeno del trabajo infantil no fue exclusivo de Inglaterra; de hecho, se produjo en la mayoría de Europa en las primeras décadas de la revolución industrial este cuadro es un ejemplo de ello: representa a una niña que no llegará a los diez años, trabajando en una fábrica de una industria textil de la Barcelona de 1882.

Este cuadro es uno de los mejores ejemplos de la pintura realista española. El Realismo en el arte, al igual que en la literatura, nos otorga valiosísimos testimonios de la vida de la época, reflejando la realidad como si de una fotografía se tratara. El realismo surgió en la segunda mitad del siglo XIX, hacia 1848, como reacción contra el boato y la frivolidad del Romanticismo de la etapa anterior. Se opone a la idealización con la que el Romanticismo presentaba los acontecimientos y la sociedad, y se centra en representar la realidad lo más fielmente posible, centrándose en temas de índole social y de la vida cotidiana, sobre todo de las clases más desfavorecidas: campesinos, trabajadores de las fábricas o, simplemente, gentes comunes sorprendidas en mitad de sus afanes y tareas cotidianas. Gustave Coubert (1819-1877) y Jean François Millet (1814-1875) son sus representantes más importantes.

La situación de los trabajadores de las fábricas podría llegar a considerarse como de semi-esclavitud en general, pero, cuando nos fijamos en los más indefensos de aquella sociedad, los niños, se demuestra que su situación llegó a límites extremos. Cuando se produce el traslado masivo de las familias del campo a la ciudad para trabajar en las fábricas, había una gran demanda de mano de obra, pero, una vez llegados allí, se veían obligados a sobrevivir en la más absoluta pobreza y cualquier miembro de la familia que, casi literalmente, pudiera mantenerse sobre sus piernas era enviado a trabajar, incluyendo, por supuesto, a los niños.

Niños de tan sólo seis años trabajaban largas horas por una paga mísera, muy por debajo de las de los adultos. Según los diferentes estudios, los niños llegaban a trabajar hasta 18 horas al día, con una única hora completa de descanso. Aunque este horario es extremo, no era raro que los niños trabajasen de 12 a 14 horas con los descansos mínimos para sobrevivir. No sólo están sometidos a este largo horario, sino que también trabajaban muy duramente, sin seguridad de ningún tipo, ni siquiera sanitaria o higiénica. Además, trabajaban con material peligroso y pesado, por lo que los accidentes en que los niños eran heridos o muertos no eran raros en las fábricas del momento.

Los niños obreros estuvieron casi a la total merced de los dueños de las fábricas en Inglaterra hasta la llamada “Factory Act” de 1833. En ella se establecía que los niños debían cobrar un tercio de lo que hacían los adultos, en vez de que sus patronos pudieran decidir sus sueldos o, incluso, no pagarles en absoluto. Pero en el caso de los huérfanos, este punto solía ser obviado: bajo la excusa de que sus patronos les daban cobijo, comida y vestido, no les pagaban su trabajo, utilizándolos como verdaderos esclavos y a menudo eran maltratados y golpeados si no se comportaban o no cumplían las expectativas de producción. Se sabe que uno de los castigos que habitualmente se les administraba era el “Be weighted”, como es denominado en inglés: se le ataba al niño algo pesado en el cuello según la pena impuesta y le hacían caminar por toda la fábrica para que otros niños le vieran y tomaran ejemplo, castigo que llegaba a durar más de una hora; este castigo podía provocar importante lesiones de espalda y de cuello y perjudicar irremediablemente su crecimiento.

Pese a que el trabajo infantil estaba generalizado, hubo personas que lucharon para que se aboliera el trabajo de los niños o que, al menos, se mejoraran sus condiciones de vida. La citada anteriormente “Factory Act” de 1833 fue el primer paso serio. Aparte de regular la obligación de pagarles un sueldo, se imponía la edad en la que podían empezar a trabajar (no antes de los 8 años) y las horas que debían hacerlo según su edad: los niños de 9 a 13 años sólo podían trabajar 8 horas al día y de los 14 a los 18 no más de 12. Además, los niños deberían ir a la escuela al menos dos horas diarias. Además, el gobierno puso oficiales para que controlaran que estas condiciones se cumplieran, aunque de hecho se siguieron produciendo los mismos abusos.

El trabajo de los niños era fundamental para las fábricas de la época. Los niños, mano de obra baratísima y generalmente eficiente, resultaban muy rentables para los empresarios, por lo que en general no se cumplieron las medidas dictadas por el Gobierno. Las ínfimas condiciones de trabajo tuvieron importantes consecuencias, pues la mortandad de los niños que allí trabajaban fue enorme, tanto por los accidentes como por la pésima alimentación y la falta de descanso, que les exponía a todo tipo de enfermedades como la tuberculosis que hacían que muchos de ellos murieran antes de los veinte años. Además, ese horrible tipo de vida conducía a los trabajadores a la delincuencia y al alcohol, provocando una gran inseguridad social en el ámbito de los trabajadores y una degradación total del modo de vida imperante. Como demuestra este cuadro, este tipo de trabajo también se dio en España de manera generalizada en las zonas industrializadas, que correspondía sobre todo a la zona de Barcelona y en la industria del País Vasco, Navarra y Vizcaya.

El trabajo infantil no se comenzó a abolir hasta las primeras décadas del siglo XX, en distintas fechas dependiendo de los países, dado que debemos recordar que, todavía en la actualidad, los niños se ven obligados a trabajar en los paises más desfavorecidos del mundo, muchas veces en condiciones infrahumanas y que debemos seguir luchando en contra esta abominable explotación de la que no debería ser objeto ningún niño del mundo.

Por último y para terminar, una de las mejores películas, altamente recomendable para conocer las condiciones de trabajo durante la Revolución Industrial es Germinal, basada en la obra de Emile Zola, dirigida por Claude Berri y protagonizada por Gérard Depardieu.

extraido de:
http://histeconomica.blogspot.com/2008/01/economa-e-historia-del-arte-5-la.html

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TEXTO 2:

Pon el título, “Esta es la historia de Teresa”, y escribe lo que yo te diga:

“Teresa nació en un pequeño pueblo de Aragón, cercano a la raya con Lérida, un pueblo pobre que se asemejaba mucho a un erial. Tenía cinco hermanos y ocho hermanas, siendo ella la segunda de la prole en edad. Su padre era jornalero, pero como no siempre le daban trabajo en los campos del conde, los únicos en los que se cultivaba algo de provecho, tuvieron que liar sus remendadas prendas en hatillos y trasladarse a Sabadell, donde algunos paisanos trabajaban ya en la industria textil. Lloraron por la marcha y lloraron cuando vieron donde iban a vivir, una ciudad de puertas altísimas, negra y fría, con decenas de chimeneas apuntando al duro cielo, y un río más negro aún. “Tenía doce años cuando se colocó en una de las más pujantes empresas de la ciudad vallesana, “La Ibérica Textil”. Las jornadas tras los telares eran larguísimas; el traqueteo continuo de las máquinas que abrían el algodón y lo desenredaban, de las que lo convertían en mechas y después en hilos, de los telares; los gritos del personal y las órdenes de los encargados; el polvo y la humedad del ambiente; todo lo tenía que soportar para cobrar la exigua paga que llevaba a casa. Tenía trece cuando fue violada en el almacén sobre una bala de algodón recién descargada”.

¿Lo has apuntado todo? Sigue escribiendo y no se te ocurra llorar, ¿de acuerdo?

“Aprendió a leer a escondidas de sus padres y de sus pocas amigas, no fueran a pensarse que se tenía por más que ellos. A escondidas se metía entre la ropa una navaja por si algún mozo volvía a acercársele. A escondidas leía los papeles que le pasaba un joven que le gustaba y que murió de tisis algún tiempo después. Tenía diecisiete cuando sus padres la casaron con un hombre enjuto y de pocas palabras. “Es por tu bien”, le dijo su madre sin mirarla a la cara, sin abrazarla, sin darle un beso, aunque fuera el de Judas. “Es por tu bien”, dijeron sus hermanos y hermanas. “estarás mejor que aquí, en esta habitación alquilada en la que no cabríamos si no fuera por los turnos”. “No es por tu bien”, le dijo su padre, lejos de la vista de todos, “es porque no hay más remedio, no te podemos alimentar y él se ha ofrecido a hacerlo”. Ella oía lo que le decían, pero no los escuchaba. Sentía la hoja de la navaja y recordaba las palabras de futuro leídas con devoción en los papeles del amigo muerto”.

¿Es eso una lágrima? Límpiatela, que no la vea. Y vuelve a coger el lápiz.

“Teresa se fue con él, pero siguió trabajando en la misma fábrica para ganar el mismo jornal. No se atrevió a utilizar la navaja, pero siguió leyendo cada vez con más convicción. Habló con las compañeras, participó en huelgas por las que fue despedida en cinco fábricas y empezó a escribir en “La Anarquía”, lo hacía muy bien. Conoció a un hombre más joven que ella que amaba también la causa de los oprimidos y se fugó con él a Barcelona, a este barrio de Gracia. Lo quería. Ninguno de los dos participaron en atentados, pero después de ser cometidos recibían la visita de la policía y eran llevados a los calabozos de Montjuich, donde eran interrogados y torturados. Estaba embarazada cuando tiraron la bomba del Liceo y tuvo a una niña en la prisión del castillo, una niña que tenía que haber muerto, era muy difícil la supervivencia en medio de aquella suciedad, en medio de la húmeda frialdad de los calabozos. Sin embargo, fue la madre la que murió”.

No llores como lo he hecho yo, he dicho que no llores, Teresina. No llores nunca por tu madre, tampoco por mí, has de ser fuerte. La vida es muerte, ya lo ves, muerte y dolor... ¡Atención! ¿Qué ha sido eso? ¿Tres golpes en la puerta y uno solo? ¿Han sido tres golpes y uno solo, Teresina? ¡Quema rápidamente lo que has escrito, quémalo en la lumbre! ¡Y escóndete!

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CUESTIONES:

1. Averiguad quiénes son Joan Planella, Rocío Martínez López y Bocángel (este segundo es más difícil).
2. Analiza y comenta la pintura. ¿Qué lleva la niña en la mano y por qué es tan importante para los telares?
3. Resume las ideas principales del primer texto sobre el trabajo infantil.
4. ¿Era similar ese tipo de explotación que se daba en Inglaterra con la de España? ¿A qué conclusión llegas?
5. ¿Quién es la protagonista del relato? ¿Y el narrador? ¿A quién le explica la historia?
6. ¿Cómo era la ciudad a la que fue a vivir? Busca información sobre el Sabadell del último tercio del siglo XIX.
7. ¿Qué ideología tenían Teresa y el narrador? Busca también información sobre esa ideología.
8. ¿Qué pasó en el Liceo?
9. ¿A quiénes teme quien nos explica la historia? ¿Por qué?
10. ¿Os han interesado los dos textos? ¿Por qué?

1 comentario:

  1. Bonita historia Jordi.
    Sin duda refleja la vida de los trabajadores del siglo XIX en Inglaterra.


    Natanael Garrandés B-13

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